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La hora del colibrí

«Los políticos y las empresas, pero también los ciudadanos, tenemos un papel crucial en la co-construcción de una sociedad más democrática, justa, humana y sostenible en el plano económico, social y medioambiental».

Por Marta González-Moro, CEO de 21gramos e impulsora del movimiento Marcas con Valores.

Una noche, en mitad del bosque, se declara un incendio. Siguiendo su instinto, la mayoría de los animales huyen, excepto un pequeño colibrí que se acerca a un lago cercano, coge unas gotas con su pico y regresa para sofocar las llamas. Al verlo, desconcertados, todos le preguntan por qué lo hace, si sabe que es imposible extinguirlo con esa cantidad minúscula de agua. El colibrí, tajante, responde: «Ya sé que no puedo solo, pero estoy haciendo mi parte».

Al igual que en esta parábola, planteada hace décadas por el sociólogo y activista brasileño Betinho, muchos ciudadanos se encuentran hoy haciendo su parte mientras su casa, la de todos, está en llamas. Lo dijo con esas mismas palabras Greta Thunberg en el Foro de Davos en 2019, cuando pidió a algunos de los mandatarios más poderosos del mundo que actuasen con firmeza ante la emergencia climática. Entonces, ninguno de los presentes –ni de los millones de personas que escucharon el discurso gracias a las redes sociales– imaginaba que una pandemia mundial iba a echar aún más gasolina a un fuego que ya estaba prendido.

La situación excepcional que hemos vivido durante el último año y el aprendizaje colectivo de las ciencias sociales contemporáneas nos hace comprender que existen realidades paralelas, dualidades y contradicciones propias de una sociedad compleja y líquida. En este ecosistema –formado por seres interdependientes, aunque a veces nos empeñemos en demostrar lo contrario– se cruzan los dilemas éticos entre lo que hacemos y lo que nos gustaría hacer, lo que decimos y lo que demostramos. En paralelo, la pandemia ha demostrado asimismo que vivimos en un mundo glocal donde las distancias físicas y las fronteras se diluyen, al igual que el tiempo: sabemos que las decisiones que tomemos hoy marcarán el mañana que viviremos nosotros y, sobre todo, quienes nos sigan.

«Hemos aprendido, pagando un peaje altísimo, que nuestro destino es compartido»

A inicios de marzo vio la luz el informe Impacto COVID-19 y consumo consciente –impulsado desde 21gramos y Marcas con Valores en colaboración con Dirse y B Lab Spain–, en el que se resume la evolución del consumo responsable y sostenible durante el último año. Además de culminar una profunda investigación social comenzada en 2015, el estudio permite entender cómo la situación actual está afectando a nuestro estado de ánimo como consumidores y ciudadanos que intentamos salir a flote en medio de la polarización, la fatiga pandémica y la desconfianza generalizada.

Una de las principales conclusiones es que, tras la covid, la mayor parte de la sociedad ha tomado consciencia de la magnitud de los retos a los que se enfrenta. Por suerte, al mismo tiempo, ha interiorizado su poder para hacer autocrítica, cambiar y afrontarlos: el progreso es un logro colectivo que depende de los individuos; y es un fenómeno discontinuo que no siempre va hacia delante, pues varía en función del momento histórico en el que se produce una innovación y del grupo social que se beneficia –o no– de ella.

Hoy sabemos que nos movemos en un entorno donde todo está interconectado, la salud del planeta y la de las personas, lo humano y lo digital, el bienestar individual y el colectivo. Hemos aprendido, pagando un peaje altísimo, que nuestro destino es compartido. A pesar del difícil contexto actual, nuestro sistema de valores y nuestros patrones de consumo cada vez se orientan más hacia un futuro sostenible. Frente a la cultura del comprar-usar-tirar, buque insignia de ese capitalismo para el que ahora se pide un reseteo, hoy solo cuatro de cada diez ciudadanos manifiestan que comprar les produce felicidad, dos puntos menos que hace solo un año. Esa tendencia muestra que queremos cambiar y que estamos dispuestos a ello porque somos conscientes de que aquello que consumimos de más produce un daño irreparable en el planeta.

«Queremos cambiar y estamos dispuestos a ello, porque somos conscientes de que aquello que consumimos de más produce un daño irreparable en el planeta»

Nos encontramos en un momento crucial para el futuro de la civilización humana o, como apuntan algunas voces, incluso para la propia supervivencia de la especie. Esta tarea hercúlea nos sorprende inmersos en la sociedad del cansancio, como la ha bautizado Byung-Chul Han, donde tenemos la permanente angustia de no hacer siempre todo lo que podemos. Sin embargo, no podemos permitirnos que eso nos paralice: los políticos y las empresas, pero también los ciudadanos, tenemos un papel fundamental en la co-construcción de una sociedad más democrática, justa, humana y sostenible en el plano económico, social y medioambiental. Esto supone no solo creer y participar de un progreso igualitario, sino desplegar alianzas para proteger el mundo que todos habitamos, abriendo espacios de consenso, escucha y colaboración entre el ruido.

No lograremos salvar nuestra casa si cada uno huimos del incendio en una dirección. La reconstrucción de lo que ya ha sido arrasado pasa por tener unos agentes sociales implicados en crear espacios donde se fomente una cultura de la colaboración que nos permita reeducar nuestra mirada y dirigirla hacia una nueva vida común, pensada por todos y para todos. Para proteger el bosque no solo se necesitan grandes acciones heroicas: a veces basta con el ejemplo de aquellos colibríes que, aunque saben que no pueden solos, hacen su parte.

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