Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) trazan la hoja de ruta hacia un mundo más justo, más humano y más sostenible. ¿Los alcanzaremos en 2030?
Por Laura Zamarriego
Echemos por un momento la vista atrás. En concreto, al año 2015. ¿Qué te trae a la mente? ¿Algún hito importante que recuerdes? Refresquemos un poco la memoria, por empezar con algo de contexto.
En 2015, Yemen se sumaba a la lista de países en guerra de África y Oriente Medio, junto a Siria, Sudán del Sur o Somalia, que a día de hoy siguen siendo escenario de una dramática crisis humanitaria. En 2015, el monte Everest se elevaba tres centímetros a causa de un terremoto que asoló Nepal dejando miles de muertes a su paso. En 2015, el número de refugiados se disparaba, superando las cifras de la Segunda Guerra Mundial. También en 2015, un hombre con tupé lacado, muchos millones en los bolsillos y pocos escrúpulos, olía la victoria en la campaña presidencial de Estados Unidos.
No todo fue tragedia y barbarie. Ese mismo año, se reducía la pobreza extrema –definida por el Banco Mundial como vivir con menos de 1,25 dólares al día– a la mitad desde comienzos de siglo. En igual porcentaje, disminuía el número de personas sin acceso a agua potable. Recibíamos la noticia de que el 90% de los niños en países en desarrollo había logrado acceder a la enseñanza primaria, y se dieron importantes avances en la lucha contra el paludismo, la tuberculosis o la malaria. Una serie de conquistas que –entre unos cuantos fracasos cosechados– se alcanzaron en parte gracias a los compromisos adquiridos con los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Una agenda universal que trazaba, con visibles carencias, el mapa de riesgos globales de un mundo cada vez más complejo e interconectado.
El 25 de septiembre de 2015, otra agenda universal, mucho más aterrizada y multidimensional, vino a sustituir a los caducos ODM en forma de 17 grandes objetivos y 169 metas que cubrían (casi) todos los aspectos del bienestar humano y planetario –desde la igualdad de género hasta las ciudades resilientes, pasando por la salud de los océanos–, en un intento más perfeccionado de poner el andamiaje a la gobernanza global y buscar nuevos y renovados caminos a un modelo de crecimiento manifiestamente insostenible.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) cumplen hoy cinco años de vida en un contexto que pocos habrían imaginado, debido quizá a ese «efecto certidumbre» del que habla el Nobel de Economía Daniel Kahneman, por el que las inversiones –y los humanos– infravaloramos siempre los riesgos. Así, lo presuntamente improbable llegó nada menos que en forma de pandemia y, por extensión, de una crisis sanitaria, económica y social mundial sin precedentes. La globalización también era esto.
Y ahora, ¿qué?
Llegados a este punto, por qué no empezar por el final: los ODS, que sitúan su horizonte en 2030, están lejos de cumplirse. Al menos, en su totalidad o en todos los países. Es la opinión unánime de los expertos consultados para este reportaje, y de la propia ONU. Las posibilidades ya eran remotas antes de que irrumpiera el covid, que por supuesto los ralentizará aún más. Ahora bien, la «paradoja» que puede producir esta crisis, expone acertadamente Gonzalo Fanjul, «es que el cumplimiento de la Agenda se retrase, pero su lógica se fortalezca».
Gonzalo Fanjul: «La paradoja es que el cumplimiento de la Agenda se retrase, pero su lógica se fortalezca»
«En un contexto de tensiones financieras y fiscales como las que estamos viviendo, y las que se acentuarán en los próximos años, la capacidad que tenemos de abordar el conjunto de la Agenda tal como estaba planteada –más allá de algunas prioridades vinculadas al covid, como la inmunización, por ejemplo– no será la misma. La cobertura universal de salud y otras cuestiones que eran muy ambiciosas desde el punto de vista económico se van a retrasar», explica este investigador, director del área de análisis de políticas de ISGlobal e impulsor de la Fundación porCausa.
En su informe de progresos, la ONU prevé que los cuatro primeros ODS, centrados en la reducción de la pobreza y el hambre y en el acceso a la salud y a una educación de calidad, serán los más golpeados en este sentido. Son los mismos, lamentablemente, que presentaban un mayor grado de avance. Al contrario de los ODS vinculados a la crisis ecológica, que no han hecho más que empeorar a nivel global en los últimos años, como el ODS 13 (lucha contra el cambio climático), el ODS 14 (conservación de los océanos y recursos marinos) o el ODS 15 (uso sostenible de los ecosistemas terrestres y preservación de la biodiversidad).
«Un aviso de la naturaleza»
Se ha repetido mucho, pero no lo suficiente: la interdependencia entre la salud del planeta y la salud humana es total y absoluta. «El año surrealista que estamos viviendo es un aviso de la naturaleza y el covid es un ensayo general», advierte Rafael Bengoa, especialista en sistemas sanitarios y codirector del Instituto de Salud y Estrategia (SI-Health), que también trabajó durante ocho años en la OMS y como asesor sanitario de la administración Obama. «Es evidente que necesitamos repensar de forma muy profunda cómo estamos tratando la tierra».
Los datos en este sentido son poco halagüeños. El Informe Planeta Vivo de WWF alerta de que las poblaciones de fauna salvaje han disminuido una media del 68% en el último medio siglo. Por su parte, el informe United in Science 2020, coordinado por la Organización Meteorológica Mundial (OMM), apunta a que existe un 24% de probabilidad de que en un año se supere de media los 1,5 grados respecto a los niveles preindustriales.
«Veía en el telediario, otra vez, arder el centro de Beirut. Y pensaba que esas columnas de humo no se quedan allí, que algo de ellas puede acabar incluso en Madrid. ¿Cómo va a haber salud en un contexto de megaincendios o de sequías enormes?», pregunta retóricamente Víctor Viñuales, director de Ecodes. «Estamos compartiendo esa delgada capa vital que es la atmósfera y solo el esfuerzo común y compartido puede resolverlo».
Víctor Viñuales: «¿Cómo va a haber salud en un contexto de megaincendios o de sequías enormes?»
Por ese motivo, Saskia Sassen, catedrática de Sociología de la Universidad de Columbia y autora de libros como La ciudad global o Expulsiones: brutalidad y complejidad en la economía global, insiste en que es un error ver al covid como un enemigo. «A mí me interesa verlo como una presencia nueva (sabemos que es un virus joven) que existe dentro de historias milenarias. Ha habido y hay más virus como él. Los humanos no tenemos derechos especiales sobre las aguas y las tierras de este planeta, sino que tenemos que convivir con una vasta variedad de otras formas de vida». En este sentido, apunta Sassen, «la Agenda 2030 es un gran desafío porque nos pide cambiar toda una serie de lógicas y de dinámicas extractivas que hemos desarrollado a lo largo de siglos».
Ante la duda, más Agenda 2030
En efecto, la Agenda 2030 era y es, más que nunca, la hoja de ruta no solo para avanzar hacia un futuro más justo, humano y sostenible, sino para salir de la crisis que azota nuestro presente. «En estos cinco años, no ha surgido ninguna razón de peso, sino más bien lo contrario, para reconsiderar el camino marcado con la Agenda 2030», insiste Gonzalo Fanjul. Se trata de continuar por el mismo camino, eso sí, de forma mucho más decidida y metiendo sexta marcha. «Tenemos que acelerar el paso. Estamos alcanzando puntos de no retorno de manera pavorosa».
Lo que hagamos o no hagamos durante la frontera 20/30, bautizada como la Década de Acción para los ODS, va a determinar el desarrollo del siglo XXI. «Para eso necesitamos liderazgos inteligentes y visionarios en todos los sectores: el público, el privado, el de la sociedad civil, el de la ciencia… Lo que se conoce como una coalition of the willing», reivindica Fanjul.
Europa tiene mucho que decir –y hacer– en este sentido. Esa Europa envejecida, acechada por los nacionalismos y los populismos, la que ha perdido la carrera tecnológica frente a China y a Estados Unidos, es la misma Europa que viene demostrando un liderazgo nunca antes visto en materia climática, una de las prioridades de la Comisión capitaneada por Ursula von der Leyen, que recientemente anunciaba que el 37% del Plan de Recuperación se destinará al Green Deal o Pacto Verde europeo.
También asoma, de manera tímida, una mayor unidad. «Ahora nos planteamos una respuesta covid generosamente financiada por la UE, por el esfuerzo conjunto, lo cual ya constituye en sí mismo una alianza única de los países comunitarios, pero ese dinero no puede servir solo para reconstruir, para volver al modelo anterior, sino para un proceso de regeneración de la economía», opina Fanjul. Algo que el Gobierno español, en plena batalla presupuestaria, agradece: «No vamos a volver a tener una oportunidad tan buena en términos de financiación para afrontar las grandes reformas que necesita nuestro país», indica Ione Belarra, secretaria de Estado para la Agenda 2030, que avanza que «estos presupuestos serán los primeros alineados con la Agenda 2030».
Ione Belarra: «Estos presupuestos serán los primeros alineados con la Agenda 2030»
«La UE podría recuperar la credibilidad perdida durante la pandemia si logra ser un ejemplo para el mundo en términos de recuperación verde y justa», afirma Rafael Bengoa. Más aun teniendo en cuenta que estamos en un contexto internacional extremadamente complicado. «En la Casa Blanca tenemos a Trump, en Brasil a Bolsonaro, en Moscú a Putin… Por el desistimiento del liderazgo mundial, Europa tiene el deber y la oportunidad de ser mucho más activa», coincide Víctor Viñuales, lo cual será muy positivo para las empresas europeas, que crearán soluciones innovadoras que pueden trasladarse luego a otras economías. «Si bien somos solo el 10% de las emisiones mundiales, podemos influir en una proporción mucho mayor».
España, suspensa en los 17 objetivos
¿Y dónde está en España? Según un estudio elaborado por la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible (SDSN, por sus siglas en inglés) y la Fundación Bertelsmann, España no aprueba en ninguno de los 17 objetivos, y obtiene una puntuación especialmente baja en varios de ellos: acción climática, lucha contra el hambre y desnutrición, trabajo decente, reducción de las desigualdades o conservación de la biodiversidad, entre otros.
Unos resultados que el Gobierno se propone mejorar a través de «políticas palanca» como la Ley de cambio climático, ahora en tramitación parlamentaria, y a través de la esperada Estrategia para el Desarrollo Sostenible, que se presentará en junio de 2021.
Lo cierto es que España podría arrojar unos resultados más robustos –o cuando menos, no tan negros– si los ODS no hubieran llegado tan tarde a la agenda política (hasta 2018, por ejemplo, no se creó el Alto Comisionado para la Agenda 2030). La propia Belarra reconoce que «la sociedad civil organizada ha sido quien más ha hecho por el cumplimiento de la Agenda 2030».
El (determinante) papel del sector privado
Ese retraso de la administración contrasta con los compromisos adquiridos por el sector privado desde la adopción de los ODS en 2015, aún insuficientes, pero decididamente más consolidados. Si el Pacto Mundial de Naciones Unidas cuenta con unas 10.000 compañías firmantes, la española es la red local con más entidades adheridas: 1.600 firmantes y más de 700 socios (el 60%, pymes). Asimismo, un 86% de las empresas del Ibex 35 incluye en sus memorias un compromiso con los ODS, según un informe de esta asociación. Unas declaraciones de intenciones que, sin embargo, deben traducirse en acciones concretas más ambiciosas –solo el 20% mide y evalúa su contribución– y extenderse a todo el tejido industrial.
Pablo López: «Pronto, la apuesta por los ODS dejará de ser un elemento de ventaja competitiva y se convertirá en un mero factor higiénico».
«El liderazgo empresarial en materia de sostenibilidad puede ser un elemento clave para España y para la construcción europea», sostiene Pablo López, director general del Foro de Marcas Renombradas Españolas, que advierte de que «las empresas que no se alineen con la Agenda 2030 probablemente tendrán problemas de supervivencia, porque, en pocos años, la apuesta por la sostenibilidad y los ODS dejará de ser un elemento de ventaja competitiva y de diferenciación y se convertirá en un mero factor higiénico».
En definitiva, la empresa privada es el instrumento que debe cambiar ese modelo económico que se ha demostrado fallido, «reorientando e incluso redefiniendo su función social», opina Pablo Sánchez, director de B Lab Spain, fundación impulsora del movimiento global de empresas B Corp. El éxito se ha resignificado, y reposa sobre cuestiones que hasta ahora no se tomaban en consideración: «El verdadero éxito de una empresa estará vinculado a cómo favorece la diversidad, combate la desigualdad o recupera hectáreas de suelo. Sin la participación del sector privado, no hay Agenda 2030».
Ese cambio cultural, enormemente profundo, necesita un liderazgo muy ejemplar, inclusivo y facilitador que emane de los espacios de toma de decisión. «Los ODS deben estar en la mesa del CEO y utilizarse como instrumento de gestión de la empresa. Todo lo demás es música celestial», ironiza Antonio Argandoña, profesor Emérito de Economía y de Ética de la Empresa en IESE. «El directivo debe entender que no es el propietario de un capital, de unas máquinas y de unas instalaciones que gestionar para obtener beneficios, sino de una institución social. El día que se jubile y le den un Rolex de oro, tendrá que preguntarse qué ha hecho por sus clientes, por sus proveedores, por sus trabajadores, por la comunidad local y por el entorno».
Pero la Agenda 2030 no debe verse solo desde la perspectiva de cumplimiento, sino desde la perspectiva de la innovación y el desarrollo. «Ahí es donde se necesitan las alianzas público-privadas», señala Pablo Sánchez. «Estamos hablando de infraestructuras saludables, transición energética, economía circular… una oportunidad que necesita de una apuesta clara por parte del sector público en apoyar fondos de I+D+i». A lo que se suma la tendencia creciente de las inversiones socialmente responsables, que, por cierto, se han demostrado más resilientes durante la pandemia.
Pablo Sánchez: «La Agenda 2030 es nuestra tabla de salvación. Adoptarla de forma masiva requiere el compromiso de todos los actores sociales»
Barrer nuestro trozo de acera
«La Agenda 2030 –resume Sánchez– es nuestra tabla de salvación. Adoptarla de forma masiva requiere el compromiso de cualquier actor social que incida en el desarrollo socioeconómico». Y eso nos incluye a cada uno de nosotros, como ciudadanos y consumidores. «Pensar que solo los Gobiernos, o solo las empresas, o solo las ONG lo vamos a conseguir es una ilusión. Se necesita una movilización cívica multiactor global», defiende Víctor Viñuales.
Somos 7.700 millones de personas en el mundo. No es descabellado pensar en la enorme transformación que provocaría que cada uno de nosotros cambiara alguno de sus hábitos de consumo, teniendo en cuenta las externalidades de nuestras decisiones sobre el entorno o sobre la comunidad. «Es tan fácil como ir a la carnicería y preguntar si ese cerdo está alimentado con soja procedente de deforestación de Brasil y, si es así, no comprarlo», ejemplifica Viñuales.
«Pensar que yo, como individuo, puedo hacer poco, lastra enormemente la acción. La calle estaría limpia si cada cual barriera su trozo de acera». Los ODS son una agenda de y para todos. Alcanzarla está (también) en nuestras manos.
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Como empresa B Corp, en 21gramos estamos totalmente alineados con la Agenda 2030 y nos esforzamos cada día por co-construir un mundo más justo, humano y sostenible, empezando por nuestro entorno más cercano. ¿Co-inspiras con nosotros?