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Empresas frente al espejo: la importancia de las redes internas en tiempos de coronavirus

Todas las crisis nos enseñan algo. Y, desde luego, uno de los grandes aprendizajes que nos deja este trance provocado por el COVID-19 es que las distancias sí existen en la era digital, pese a que llevemos años pregonando lo contrario.

Cuando el Ministerio de Sanidad recomendó este lunes permitir el teletrabajo «siempre que sea posible», muchas empresas ya llevaban días rasgándose las vestiduras por temor a ese posible escenario. Ese «siempre que sea posible» ha puesto frente al espejo a muchas organizaciones, a pesar de que las relaciones laborales se desdibujaran hace tiempo (eran los 2000 cuando en España se empezaba a hablar de esa extraña fórmula de «llevar el trabajo al trabajador y no el trabajador al trabajo» que en los años 70 ya se empezó a aplicar en Estados Unidos).

Si bien es cierto que las pymes están siendo las más azotadas –solo el 14% de ellas, según Cepyme, tienen un plan de digitalización en marcha– y que no en todos los sectores de actividad se puede implementar el teletrabajo, la capacidad de gestión de esta crisis no lo está determinando (solo) el tamaño ni la idiosincrasia de cada empresa, sino su cultura organizativa.

Sabemos que el acelerador temporal en el que vivimos inmersos no ayuda. Pero nunca es tarde para acometer la necesaria transformación digital, que no solo permitirá a las organizaciones sobrevivir a este siglo, sino que les abrirá una puerta infinita hacia la mejora permanente, a convertirse en un verdadero ente vivo que contribuya al progreso de nuestras sociedades.

La unidad métrica que calcula la distancia entre una empresa y su equipo no son los kilómetros, sino los valores

¡Pero, ojo! Disponer de un plan de digitalización no quiere decir necesariamente que una organización esté preparada para un escenario como el que ahora nos tica vivir. La unidad métrica que calcula la distancia que separa a una empresa con su equipo no son los kilómetros, sino los valores. Parece mentira que haya tenido que llegar una pandemia para recordárnoslo.

Como nativos digitales, en 21gramos y Marcas con Valores estamos convencidos de que la inteligencia digital basada en valores es lo que acerca a las personas. Llevar a cabo esa activación ética de la marca requiere:

  • Que el proceso sea co-participado, es decir, pasar de la escucha activa a la escucha participativa.
  • Ir más allá del relato, esto es, que la trazabilidad del discurso corporativo se base en hechos y desafíos comunes.
  • Crear una red social interna, un entorno (digital) que impulse a los empleados a conversar y conectar desde los valores.

La comunicación interna, en definitiva, es una herramienta facilitadora para mejorar la percepción e interiorización de la cultura corporativa por parte de los empleados.

Urge romper esa concepción clásica de «dimensión interna y externa» para evolucionar a una tercera dimensión, que permita aplicar una inteligencia colectiva e interdepartamental que fomente la innovación y afiance el objetivo común. Que permita, en resumen, conectar el ecosistema de la organización con el contexto en el que convive.

Ese contexto hoy se llama cuarentena y parálisis económica. Pero, más tarde o más temprano, las nubes se disiparán. Aprovechemos el impasse para repensar… y repensarnos.

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